SOLIDARIDAD COMUNITARIA DESDE LAS PERIFERIAS, UNA CLAVE DE ACCIÓN PARA TIEMPOS DE CRISIS
El albergue la Sagrada Familia es un austero espacio que, desde 2010, presta servicios de ayuda humanitaria y defensa de derechos humanos a personas migrantes en tránsito y a personas refugiadas en la Ciudad de Apizaco Tlaxcala. De origen comunitario, este albergue reafirma su identidad de ser un proyecto de pobres para los pobres.
Para abordar el tema central de este articulo referimos dos sucesos coyunturales que nos han impulsado a promover la solidaridad comunitaria en estos momentos de emergencia sanitaria; el primero, el incremento de actos de violencia y estigmatización en contra de la población migrante y albergues que obstaculizan la inclusión social de las personas migrantes y refugiadas y desincentivan la estructura comunitaria que hoy en día sigue acogiendo a migrantes en México.
El segundo suceso que nos interpela es el actual periodo de emergencia sanitaria causada por la pandemia del COVID-19 y sus efectos en la población migrante y albergues. En Tlaxcala, durante el primer trimestre del año el flujo de personas migrantes y refugiadas se mantuvo constante, en enero el albergue recibió a 391 personas, en febrero 575 y en marzo albergamos a 400; sin embargo, una vez decretada la pandemia en nuestra región en el mes de abril solo atendimos a 130 personas. La pandemia ha llevado a muchas personas a posponer su partida, sea porque desean permanecer con sus familiares ante el temor de enfermarse o bien por el cierre de las fronteras de prácticamente todos los países de la región. Las 130 personas atendidas en abril muestran que existen hombres y mujeres que a pesar del riesgo de contraer la enfermedad se han visto obligadas a migrar, otras por su parte han quedado varadas en distintos puntos del país. Estas personas enfrentan nuevos retos ya que numerosos albergues para migrantes cerraron temporalmente sus puertas ante el temor de contagios; lo que ha provocado que muchas personas tengan que permanecer en la calle. Cada vez se reduce el número de albergues que -a pesar del temor, pero poniendo en práctica las máximas medidas de prevención posibles- mantienen sus servicios a población migrante en tránsito y refugiadas.
También sabemos que los servicios de los albergues, recurrentemente, además de atender a la población migrante y refugiada, también son requeridos por personas en situación vulnerable, aquellas que forman parte de las denominadas “periferias existenciales”. En este contexto de pandemia observamos preocupados que, junto a las personas migrantes, muchas otras, en lo local, sufren ya los efectos de la pandemia. Así, en la Ciudad de Apizaco existen numerosas personas obligadas a salir a la calle para poder sobrevivir; quienes, como en muchos otros lugares han permanecido prácticamente invisibles o incluso se les ha llegado a considerar indeseables: personas indígenas y mujeres que realizan comercio informal para sostener a su familia; niños, niñas, adolescentes y jóvenes que al no tener otras oportunidades también buscan emplearse en la calle, personas adultas mayores, discapacitadas, y enfermas en situación de abandono que piden apoyo económico para sobrevivir; familias que realizan trabajo informal para su sustento, hombres y mujeres en situación de calle, personas desempleadas a causa de su edad o condición de salud, toxicodependientes, todos padecen miseria y hambre; incluso, migrantes en tránsito, personas deportadas y refugiados que se han quedado desprotegidos ante el cierre de las instituciones y las fronteras. Ninguna de ellas ha estado exenta del rechazo, del abandono, los abusos y la violencia. En definitiva, personas que difícilmente podrán acceder a los programas sociales que implementen los gobiernos para paliar los efectos de la pandemia. Aunque esta lista parece desalentadora, no perdemos de vista que la esperanza debe estar puesta en la solidaridad que seamos capaces de construir.
Como respuesta testimonial tanto a la violencia y la estigmatización contra la población migrante y la necesidad de su inclusión social, como a la pobreza que viven aquellas personas de la periferia invisibilizada, nos hemos propuesto demostrar con diversas acciones de apoyo comunitario que migrantes y albergues no son personas y espacios de riesgo e inseguridad para la comunidad, por el contrario, son elementos que contribuyen a la paz y la seguridad de las comunidades en donde prestan sus servicios, para ello asumimos el reto de lograr que la comunidad migrante y refugiada también asuma la corresponsabilidad de cuidar a la comunidad que la acoge y construir así la solidaridad comunitaria.
La actual situación nos ha interpelado a compartir los servicios que regularmente brindamos a la población migrante y refugiada con la población en condiciones de vulnerabilidad de nuestra comunidad, con la población periférica desdeñada. Desde nuestras limitaciones queremos ser un fermento de solidaridad de tal forma que la comunidad local reconozca en iniciativas como el albergue, espacios de solidaridad humanizante. Nos proponemos ser para la comunidad local un aliado que contribuye a atender las necesidades de su población en situación de vulnerabilidad.
Creemos que, si bien, la actual pandemia ha significado una ola que nos arrastra hacia el temor, la incertidumbre, hacia la aflicción inmovilizante; también queremos asumirla como una sacudida “que nos impide instalarnos en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres”. Para nosotros esta emergencia sanitaria es un “signo de los tiempos” que nos reta a despertar nuestra conciencia y a impulsar nuestro ánimo. Una provocación para asumir el compromiso por el cuidado de la dignidad humana y la construcción de una sociedad más humana que protege a los desprotegidos. La asumimos como un momento oportuno para hacer crecer la solidaridad comunitaria.
Convencidos de lo necesario que es salir al encuentro de cada persona, especialmente de las más olvidadas, en este año el albergue continuará sus “jornadas de sensibilización y solidaridad comunitaria; migrantes cuidando al pueblo que le abre su corazón” las cuales contemplan diversas acciones para ir al encuentro de los que sufren y padecerán los estragos de la pandemia.
Hemos iniciado y continuaremos distribuyendo alimentos calientes tres veces por semana, aunque intentamos brindarlos en nuestras instalaciones, la realidad nos llevó a buscar a las personas que necesitan estos servicios en las calles de la ciudad. Hemos proporcionado a la fecha más de 300 raciones. Con alegría constatamos la satisfacción que experimentan personas migrantes y refugiadas que estando en nuestro albergue se involucran en estas acciones. Así mismo, es gratificante ver que algunas personas y comerciantes pequeños empiezan a interesarse y sumarse de diversas formas a estas acciones, lo mismo que diversos grupos religiosos. Otros tantos replican estas iniciativas por su cuenta.
Desde hace diez años acompañamos el dolor de las personas migrantes durante su estancia en el albergue, pero la actual crisis sanitaria nos ha impulsado a salir de nuestro espacio para ir al encuentro de otras que aun estando en su comunidad, en su país, viven en abandonadas. Vamos a su encuentro no para convencerles, no para imponerles convicciones, no para hacer proselitismos; con una ración de comida les compartimos la solidaridad de múltiples personas e instituciones de buena voluntad que han venido sumándose a esta labor.
Con estas y otras acciones testimoniales que más adelante realizaremos, frente a estos tiempos de crisis, acudimos al llamado de ir al encuentro de las periferias existenciales de nuestro mundo. Seguiremos yendo a su encuentro para que, desde la periferia, como lo hacemos con la población migrante, sigamos construyendo la solidaridad humanizante compartiendo con quienes leen estas líneas la “confortadora alegría de servir”.
Agradecemos finalmente a muchas personas, grupos comunitarios e instituciones que aún en la sencillez del anonimato han contribuido en el sostenimiento de las acciones del albergue. También agradecemos a organismos internacionales como Cruz Roja Internacional, ANCUR su apoyo. Particularmente agradecemos el apoyo y acompañamiento de AWO international por creer que el fortalecimiento de estructuras sociales comunitarias como el albergue pueden contribuir a transformar nuestra sociedad.